El churreteo cotidiano, per Pepe Conejero
Queridas amigas, queridos amigos todos. Vuelvo otra vez a la palestra digital y lo hago hablado con mi amigo Ximo de aquellos tiempos del cuplé, o sea de nuestra juventud. Y lo hacemos mientras mi amigo curiosea un vestido de mi hija que está expuesto en el maniquí de mi taller. Sus formas, sus telas semitransparentes, sus colores sugerentes y sus formas redondeadas nos llevan a recordar nuestras relaciones con las chicas de tiempos atrás en que la falta de libertades que ahora tienen los jóvenes no nos permitían ciertas licencias con ellas. Y como las palabras son como las cerezas, de unas cosas nos pasamos a otras y a otras. En nuestra conversación aparecieron aquellos chicos más atrevidos a los que las chicas llamaban “pulpos” por la agilidad de sus manos en el cine, en el que se intentaba hacer un poco de todo menos ver la película. Recordamos a otro al que ellas llamaban “centmans”, ya os podéis imaginar por qué, y también al “fotógrafo”, al que no paraba de mirar a su compañera de arriba a abajo. Yo era uno de esos mirones a los que les gustaba “tomar las medidas” de las chicas, pero en mi caso con el inocente propósito de hacerles unos imaginarios trajes que suponía que les pararían la mar de bien. O esa era la excusa que les daba cuando me reñían por mis atrevimientos.
Y las chicas por otro lado siempre estaban a la defensiva, por el qué dirán, y por hacer caso a sus madres. Y su pudor (¡ojo, con no confundir con mal olor!) nos motivaba aún más a los chicos, aunque nos quejábamos airadamente, claro. Hoy eso del pudor ha desaparecido en la mayoría de la gente joven y pensamos que eso que se pierden, pues ahora a la primera va la vencida, y se ha perdido de alguna manera la atracción por lo oculto, por lo reservado, por aquello insinuado y no acabado de mostrar. Nuestras madres bien que nos aleccionaban para que respetáramos a las chicas. He recordado a mi madre y le agradezco todos sus consejos, y siento que ahora las madres se las ven y se las desean para conseguir que sus hijos e hijas les hagan un poco de caso. Os muestro una fotografía mía acompañado de mi santa madre Amparo a quien tanto recuerdo.
Eso sí, antes y ahora, siempre, en la cabeza de chicos y de chicas han estado y están las fantasías relacionadas con el color de la lechuga. Y antes y ahora los chicos y las chicas hemos hecho lo que hemos podido, lo que imponían las modas y las costumbres. Lo que hace falta es que nuestra juventud se alargue en estos términos durante mucho tiempo. Lo deseo para todos vosotros y vosotras de todo corazón y con un apasionado abrazo nada inocente. Sólo por esta vez, ¿vale? O si lo queréis para otras veces.
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