Revista Digital de la VALL D'ALBAIDA
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dimarts, 15 de setembre del 2009

El don de la palabra

El don de la palabra,
per Rosana Ferrero

La expresión es la habilidad que tenemos para exteriorizar y dar a conocer nuestros sentimientos, ideas o cualquier otra impresión que se conciba en nuestro pensamiento. Es el matiz fundamental de la comunicación, pues aporta el color que se pretende que tenga a la palabra y al concepto, porque uno puede tener muchos conceptos y millones de palabras pero no gozar de la sabiduría necesaria para expresarlos debidamente, aunque muchas veces la expresión viene dada por la esencia de uno mismo.

Los humanos necesitamos comunicarnos, exteriorizar lo que sentimos, hacer saber lo que pone a hervir la sangre de nuestras venas, lo que no nos deja dormir, lo que nos hace felices, lo que necesitamos tener, lo que no podemos consentir, lo que nos parece injusto o lo que, sencillamente, queremos compartir.

Es bueno aprender a expresarse, aprender a comunicar, tan bueno como saber aceptar una opinión o una crítica, que siempre son excelentes para enriquecer nuestro carácter y nuestra vida, aunque no nos guste lo que nos están diciendo. Pero el ser humano tiene una seria controversia en este aspecto, porque no suele acoger con alegría los reproches aún sabiendo que, seguramente, es cierto lo que le están atribuyendo. Es un defecto de fabricación, como tantos otros.

La expresión es uno de los tesoros más preciados de aquellos que nos valemos de la palabra para adornar nuestra existencia y la de los que quieren compartirla con nosotros. Para muchos es una de las mejores terapias después de las innumerables técnicas de relajación oriental y otras que no considero necesario detallar por su evidente efecto calmante. Si además tiene una finalidad didáctica, instructiva, aduladora, detractora o enunciante, cualquier autor puede darse por satisfecho si ha servido para cualquiera de los propósitos que pretendía.

Afortunadamente vivimos en una época en que la libertad de expresión nos permite enriquecer la opinión pública, sin tener que utilizar pseudónimos ni esconderse como una cupletista de la Guerra Civil, pudiendo mostrar al mundo un punto de vista único, escenificado por el trazo diligente y complacido de un autor que necesita revelar lo que piensa, lo que ve y lo que siente.

No se puede respetar a aquellos que tras esa libertad utilizan el insulto o la amenaza para conseguir lo que desean, para atemorizar o reprimir a los que no comparten su forma de pensar, principalmente porque no están respetando al resto. Si todos pensáramos igual, no existiría el pensamiento, ni las preferencias, ni las tendencias, ni el enamoramiento, ni la pasión, ni la alegría, porque cualquiera de estas cosas, al nacer, marcan el comienzo de algo distinto.

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